jueves, 30 de marzo de 2017

"El Mundo es del Hombre Justo"


Ésta ha sido una frase histórica dicha, según los conocidos, por José María Vargas al capitán Pedro Carujo, durante la Revolución de las Reformas, cuando este último le solicitaba la renuncia a Vargas. El diálogo ha quedado para la posteridad de la siguiente manera:

Pedro Carujo: "Señor Vargas, el mundo es de los valientes"

José María Vargas: "No, el mundo es del hombre justo. Es el hombre de bien, y no del valiente, el que siempre ha vivido y vivirá feliz sobre la tierra y seguro sobre su conciencia"

Más allá del hecho histórico de que el primer presidente civil electo, no se dejaba presionar por una élite militar que se consideraba destinataria de dirigir la nación, hay que ver la frase como una muestra de lucha constante entre civiles y militares por el control del poder. Unos por la vía democrática, otros por la vía de la fuerza.

Lamentablemente nuestra propia experiencia ha demostrado que la gran mayoría de nuestros mandatarios, electos o no, han venido del mundo de las armas y sus retratos oficiales siempre son con el uniforme de gala militar, mostrando sus charreteras como símbolo de fuerza y experiencia en las armas, más que de la razón. Los cálculos en años dan que en nuestra historia los militares han gobernado cerca de 133 años y los civiles no superan los 60 años de gobierno, lo cual habla de nuestro talante militarista como nación.

En 1811 empezó nuestro largo transitar republicano, aunque nos independizamos de un rey, lo sustituimos por un presidente con poderes similares, aunque electo, toda la conquista del poder se concentraba en la jefatura del Estado, jamás en buscar gobernaciones, alcaldías, senadurías, diputaciones nacionales y/o regionales, y concejalías. Todos los políticos en nuestra historia de alguna manera se contagian del excesivo presidencialismo, eso se evidencia en el manejo de los partidos políticos, en los cuales los máximos líderes en algún momento fueron o son llamados caudillos. Ya en los años 80 Tedoro Petkoff advertía sobre el excesivo poder que recaía en las manos de un solo individuo, y podríamos inclusive en la actualidad considerar una transformación democrática profunda hacía un sistema más liberal, en la cual se pueda compartir el poder entre un jefe de Estado y un jefe de Gobierno.

Anteriormente me había referido al tema de cómo los presidentes militares lucen sus uniformes en los retratos oficiales, contrario a lo que vemos en Estados Unidos, donde presidentes como Washington, T. Roosevelt o Eisenhower, colgaron sus uniformes para vestirse de civil durante sus mandatos. En el caso venezolano de la larga lista de militares que han gobernado podríamos hacer la salvedad con López Contreras y Medina Angarita que fueron la gran excepción a la regla militar de los presidentes.

Como civiles el poder nos tienta por el gran control de fuerza que se posee, dejando a un lado lo civil en el ejercicio gubernamental. Desde la oposición vemos voces que exigen que el poder militar sea árbitro y definitor del destino de la nación, grave error, por las consecuencias que podría acarrear.

Todavía falta mucho para lograr construir el “Mundo del Hombre Justo” del que hablaba J.M. Vargas a Pedro Carujo, necesario para obtener la sociedad justa y cívica que anhela la ciudadanía venezolana.

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