martes, 27 de junio de 2017

El Espíritu de Santos Yorme


El pasado 21 de junio dejó el plano terrenal el dirigente político Pompeyo Márquez, hombre que podía ser considerado “la historia viva de toda una nación”, vivió dos férreas dictaduras y fue testigo excepcional de los acontecimientos más importantes de la Venezuela contemporánea. Pocos personajes pueden tener ese gran privilegio y a la vez ser un protagonista principal en las luchas por la democracia, ¿Y por qué no reconocerlo? También en las batallas por implementar sistemas poco democráticos, cosa que el propio Pompeyo reconocerá como un error, por creer, como muchos otros líderes de la izquierda, que a través de las armas lograrían la conquista del poder.

En los actuales momentos vivimos el capítulo más oscuro de nuestra historia contemporánea, una élite aburguesada pretende perpetuarse en el poder y convocan una Constituyente fraudulenta para darle legalidad a una autocracia corporativa. El ejemplo de personajes como Pompeyo cobra relevancia, ya que supo, aun desde la clandestinidad, enfrentar a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y nunca ser atrapado por la Seguridad Nacional a cargo de Pedro Estrada.

A veces nos dejamos abatir por el pesimismo ante los escollos que debe enfrentar la sociedad; la huida hacia atrás o a los lados parece una opción lógica, pero no nos percatamos de que en medio de tanta incertidumbre, todavía se puede luchar por una patria mejor para todos. Eso lo entendió Pompeyo y por esa razón, a pesar de ocultarse detrás del personaje de Santos Yorme, aprovechó la oportunidad para enviar mensajes contra una dictadura sangrienta, cargados de esperanza tratando de fortalecer la autoestima nacional para insuflar el aire de la libertad a esa Venezuela que muchos soñaban.

La lucha democrática siempre estará cargada de contradicciones entre la violencia y la no violencia; muchos podremos justificar algunos mecanismos poco tradicionales, pero lo que no debemos justificar nunca es comportarnos como aquellos que desprecian la democracia. Tampoco podemos ser ciegos e ignorar una realidad compleja que nos arropa; debemos tener mucha claridad en la estrategia, poner el oído al suelo y sobre todo mandar mensajes que conecten con esa sociedad que se siente aislada de las luchas intestinales de las clases políticas.

Aunque ya Pompeyo no esté con nosotros, se mantiene el espíritu de Santos Yorme en cada ciudadano que lucha día a día desde su trinchera por un mejor país, con la certeza de que bien vale la pena. Sus mensajes quedaron allí, como una muestra de que el esfuerzo será recompensado con un mejor futuro para las generaciones que están por venir. 

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