Ésta ha sido una
frase histórica dicha, según los conocidos, por José María Vargas al capitán
Pedro Carujo, durante la Revolución de las Reformas, cuando este último le
solicitaba la renuncia a Vargas. El diálogo ha quedado para la posteridad de la
siguiente manera:
Pedro Carujo: "Señor Vargas, el mundo es de los
valientes"
José María Vargas: "No, el mundo es del hombre justo. Es
el hombre de bien, y no del valiente, el que siempre ha vivido y vivirá feliz
sobre la tierra y seguro sobre su conciencia"
Más allá del hecho
histórico de que el primer presidente civil electo, no se dejaba presionar por
una élite militar que se consideraba destinataria de dirigir la nación, hay que
ver la frase como una muestra de lucha constante entre civiles y militares por
el control del poder. Unos por la vía democrática, otros por la vía de la
fuerza.
Lamentablemente
nuestra propia experiencia ha demostrado que la gran mayoría de nuestros
mandatarios, electos o no, han venido del mundo de las armas y sus retratos
oficiales siempre son con el uniforme de gala militar, mostrando sus
charreteras como símbolo de fuerza y experiencia en las armas, más que de la
razón. Los cálculos en años dan que en nuestra historia los militares han
gobernado cerca de 133 años y los civiles no superan los 60 años de gobierno,
lo cual habla de nuestro talante militarista como nación.
En 1811 empezó
nuestro largo transitar republicano, aunque nos independizamos de un rey, lo
sustituimos por un presidente con poderes similares, aunque electo, toda la
conquista del poder se concentraba en la jefatura del Estado, jamás en buscar
gobernaciones, alcaldías, senadurías, diputaciones nacionales y/o regionales, y
concejalías. Todos los políticos en nuestra historia de alguna manera se
contagian del excesivo presidencialismo, eso se evidencia en el manejo de los
partidos políticos, en los cuales los máximos líderes en algún momento fueron o
son llamados caudillos. Ya en los años 80 Tedoro Petkoff advertía sobre el
excesivo poder que recaía en las manos de un solo individuo, y podríamos
inclusive en la actualidad considerar una transformación democrática profunda
hacía un sistema más liberal, en la cual se pueda compartir el poder entre un
jefe de Estado y un jefe de Gobierno.
Anteriormente me
había referido al tema de cómo los presidentes militares lucen sus uniformes en
los retratos oficiales, contrario a lo que vemos en Estados Unidos, donde
presidentes como Washington, T. Roosevelt o Eisenhower, colgaron sus uniformes
para vestirse de civil durante sus mandatos. En el caso venezolano de la larga
lista de militares que han gobernado podríamos hacer la salvedad con López
Contreras y Medina Angarita que fueron la gran excepción a la regla militar de
los presidentes.
Como civiles el poder
nos tienta por el gran control de fuerza que se posee, dejando a un lado lo
civil en el ejercicio gubernamental. Desde la oposición vemos voces que exigen
que el poder militar sea árbitro y definitor del destino de la nación, grave
error, por las consecuencias que podría acarrear.
Todavía falta mucho
para lograr construir el “Mundo del Hombre Justo” del que hablaba J.M. Vargas a
Pedro Carujo, necesario para obtener la sociedad justa y cívica que anhela la
ciudadanía venezolana.
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