El
pasado 13 de septiembre Acción Democrática (AD) arribó a sus 76 años de
existencia; en Venezuela sólo es superado en longevidad por el Partido
Comunista (PCV) que tiene 86. Podemos decir que AD es una organización que, a
pesar de sus altibajos, ayudó a construir la política moderna en Venezuela; sus
fundadores abrieron camino a una forma de ejercer la política distinta a la de
los extintos partidos Conservador y Liberal del siglo XIX, y también buscaron,
al momento de su fundación, superar el caudillismo impuesto por Juan Vicente
Gómez y sus herederos.
En
Latinoamérica hay suficientes casos de partidos de vieja data, podemos
mencionar el caso de los partidos Consevador y Liberal colombianos; el Colorado
y Liberal Radical paraguayos; o los partidos Nacional y Colorado en Uruguay. También
es bueno destacar el trabajo de organizaciones más cercanas a AD en la región
como el Partido Socialista Chileno, la Alianza Popular Americana (APRA) del
Perú e incluso, a pesar de tener mucho más tiempo de existencia la Unión Cívica
Radical (UCR) argentina, quienes en las década de 1930 del siglo pasado,
buscaban superar el autoritarismo y construir democracias solidas en la región.
AD
tuvo como antecesor al Partido Democrático Nacional (PDN), organización que se
identificaba como de izquierda, pero alejada de los preceptos comunistas; en
consideración de varios de sus dirigentes, entre ellos Rómulo Betancourt, el
PCV se guiaba por la Internacional Comunista y esta a su vez seguía ordenes de
la Unión Soviética, cosa que chocaba con el principio nacionalista que
pregonaban. El PDN vio la luz el 14 de febrero de 1937, con el objetivo de
alcanzar el poder político. Venezuela llevaba siendo gobernada, desde hace más
de un año por Eleazar López Contreras, quien buscaba construir una transición
del gomecismo hacía un sistema más democrático. La lucha política no sólo se
reducía al simple Gobierno-Oposición, también había una lucha interna oficial
entre el viejo orden y la modernización del sistema político.
La
etapa que arranca en 1937, la podemos considerar como una de las más intensas
en la política moderna venezolana; las viejas estructuras luchaban para evitar
su desaparición, la lucha estaba dentro del campo oficial y entre las corrientes
oficialistas y opositoras. López Contreras buscaba un avance en todos los
niveles de la sociedad venezolana, a pesar de la resistencia más ortodoxa del
gomecismo; un ejemplo de esto fue la promulgación de la Ley y creación del
Banco Central de Venezuela (BCV), que buscaba un mayor control económico por
parte del Estado, además de manejar, directamente, la emisión de billetes.
Dichas medidas contaban con la férrea oposición de los banqueros del país, que
durante años manejaron la emisión de papel moneda, sin mayores controles.
El
debate sobre el Banco Central originó importantes artículos por parte de Rómulo
Betancourt en su columna Economía y
Finanzas del Diario Ahora, quien
respaldaba la medida gubernamental necesaria para el desarrollo de Venezuela;
además, el apoyo al proyecto se daba por unanimidad en el PDN a través de sus
boletines. También hubo artículos que rechazaban la promulgación de la Ley del
BCV, la más destacada contraparte estaba representada por Henrique Pérez Dupuy,
banquero, fundador y Presidente del Banco Venezolano de Crédito; quien desde
1928 estaba escribiendo en diferentes diarios del país sobre economía política.
Hay que resaltar que Pérez Dupuy presentaba planteamientos de corte liberal,
pero sin ninguna intención de participar u organizarse políticamente, aún cuando
en esta etapa entraba directamente en el terreno político.
Aún
cuando el PDN no estaba legalizado y buscaba formalizar su entrada al campo
político, entendía la importancia de la participación electoral y ejercer una
oposición responsable, sin entrar en el terreno del oposicionismo. El 20 de
febrero de 1937 se crea Acción Municipal, una agrupación de izquierdas que
busca participar en las elecciones para el Concejo Municipal del Distrito
Federal; dichas elecciones se realizan el 27 de junio y la izquierda logra
ganar 14 curules de 22; estos resultados serán cuestionados por sectores del
Gobierno, que buscaban la anulación de la elección por considerar “comunistas” a
varios de los ganadores.
El
Gobierno consideraba al comunismo una amenaza a la estabilidad y en un afán de
meter en el mismo saco a toda la izquierda, el 13 de marzo de 1937 fue
promulgado un decreto en el que se expulsa del país a 47 líderes de la
oposición por “alterar el orden público”. En esta lista aparece Rómulo
Betancourt que pasará a la clandestinidad por dos años; durante esta etapa
seguirá escribiendo sus artículos en el Diario
Ahora y organizando la estructura del PDN, con discusiones y lineamientos
sobre el acontecer nacional e internacional. Betancourt será apresado y
expulsado del país el 20 de octubre de 1939.
Las
acusaciones de “comunistas” contra los líderes del PDN eran desmentidas en sus
boletines, además que el propio PCV afirmaba que ninguno de los dirigentes del
PDN había pertenecido a sus filas. Muchos dirigentes del PDN no pueden negar
sus orígenes comunistas, pero sus reflexiones sobre la ideología marxista y el
acontecer internacional, les llevaba a concluir que la conquista del poder se
debía dar con todos los sectores del país; además criticaban la influencia
extranjera del comunismo, ya que su sentido del nacionalismo los llevaba a
denunciar el imperialismo, sobre todo el ejercido por el fascismo, considerado
el peor de todos. En este contexto el PDN denunció grupos de carácter fascista
en Venezuela, viendo con cierto recelo a los sacerdotes jesuitas que vinculaban
con la “falange española”.
Betancourt
en sus reflexiones y discusiones, buscaba acercamiento con el gobierno
lopecista por un bien mayor, la defensa de la nación ante la amenaza de fuerzas
extranjeras, a pesar de que un sector oficial perseguía férreamente al PDN. También
se hablaba de la convivencia con el gobierno, algo incómodo para algunos
cuadros pedenistas, pero necesario para acercar a ellos a López Contreras según
palabras del propio Betancourt.
El
PDN buscaba la superación del gomecismo y los fantasmas del siglo XIX que
evitaron un mayor progreso de la sociedad venezolana; el conflicto social,
sumado al caudillismo y personalismo del liderazgo era nocivo para el ejercicio
del poder, además de la crítica a un sector que se benefició de la riqueza
nacional, en perjuicio de grandes sectores de la sociedad.
Aún
con muchos de líderes en el exilio o en la clandestinidad, el PDN se desarrolló
como una fuerza opositora importante; aliado con otros grupos de izquierda
logró ganar en los Concejos Municipales más importantes del país, buscando conquistar
espacios dentro del Congreso Nacional de cara a las elecciones presidenciales
de 1941. A pesar de los obstáculos que mantenía el gobierno para legalizar al
PDN, se luchaba por su reconocimiento político como fuerza, además de estimular
la participación de otros grupos del espectro ideológico, nutriendo el debate y
la visón conjunta de la Venezuela del futuro.
Para
1941 la dirigencia pedenista daba como un hecho la elección por el Congreso de
Isaías Medina Angarita, pero eso no los desanimó a presentar, de manera
simbólica, la candidatura de Rómulo Gallegos, como una forma de estimular a la
ciudadanía al ejercicio político, a pesar de las trabas oficiales. La lucha
debía darse, promoviendo un mensaje de esperanza en la sociedad venezolana.
La
historia del PDN concluirá con la creación de AD el 13 de septiembre de 1941. A
pesar de que en ambas agrupaciones el peso de Rómulo Betancourt es fundamental,
él mismo considerará que la creación y agrupación de ambas organizaciones
políticas es de carácter colectiva. Sus fundadores tendrán la formación
política-ideológica como eje central, además del aprendizaje de los errores
propios y ajenos, para superar obstáculos y conquistar el poder, sobre todo por
vía democrática. En este contexto se puede hacer la excepción del Golpe de
Estado del 18 de octubre de 1945, que llevó al derrocamiento de Medina
Angarita. El Trienio Adeco (1945-1948)
tuvo avances en materia democrática para el país, pero el excesivo sectarismo y
la aventura del inmediatismo, conducirá al retorno de los miliares al poder.
La
obra del propio Betancourt es de un valor histórico importante para nuestros
días: el sentido del papel que deben jugar los partidos, el rol de los
militares y sobre todo el tema de la renta petrolera como el gran reto a
superar en Venezuela. Un líder debe estimular a sus seguidores, invitarlos a
soñar con un mejor porvenir y en especial dar esperanza, eso hacía Rómulo
Betancourt y muchos líderes políticos del pasado siglo XX.
Hoy
más que nunca cobra relevancia reflexionar sobre ¿Qué haría alguien como
Betancourt en nuestros días? También se hace urgente profundizar acerca de la
política actual y las críticas que se pueden hacer frente al gran legado de AD
y el nefasto papel que juega en la actual oposición venezolana. El debate de
las ideas se ha dejado de lado, y ha sido sustituido por los insultos; las organizaciones
políticas han abandonado la lucha social y se concentran en lo electoral,
piensan más en las próximas elecciones y no en las próximas generaciones. La
esperanza se ha perdido; aún cuando se evidencia que vivimos el ocaso de un mal
gobierno, la gente igual desea emigrar en busca de un futuro mejor.
El
pasado 10 de septiembre la Mesa de la Unidad Democrática realizó las primarias
para definir los candidatos que se enfrentarán al madurismo en las elecciones
regionales del 15 de octubre. En dichas primarias, los candidatos de AD
lograron ganar en 12 estados, eso sin sumar a dos candidatos de origen adeco
que fueron apoyados por otras organizaciones. Más allá del triunfo blanco, es
necesario reflexionar sobre la poca renovación de sus filas: dirigentes que ya
fueron antes gobernadores, el excesivo caudillismo y personalismo interno, que
es un mal muy criticado en su momento por el propio Betancourt. La política
venezolana, en pleno siglo XXI, debe dar un salto hacia adelante y no dos pasos
para atrás. AD necesita hacer introspección y asumir su responsabilidad en los
errores que llevaron a Chávez al poder. Frases como “con AD se vivía mejor” y
“si hay futuro”, ignorando la crisis de vieja data, es una burla al ciudadano.
Necesitamos,
y Venezuela lo agradecerá, volver al debate de altura. Nos urge tener dirigentes
que vendan esperanzas y no intercambien oro por espejitos; que busquen enamorar
a los sectores desencantados con un proceso que los defraudó, en lugar de
seguir evangelizando cristianos; que trabajen con las bases, que ayuden a generar
espacios donde la gente sea verdaderamente protagonista de su proceso de transformación
social, y no un mero espectador de políticas que responden a lo que otros creen
que necesitan. Hay que dejar de leer las redes sociales y oír las voces
agoreras de Miami. Hay que construir el país del siglo XXI que todos los
ciudadanos deseamos, hoy más que nunca.
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