La
última semana ha sido muy movida en el entorno político: la denominada Operación Gedeón originó un cisma en la
oposición al gobierno de Nicolás Maduro. Todo hace indicar que muy pocos tenían
conocimiento de dicha acción, la cual no se tiene certeza de sus objetivos
principales.
Juan
Guaidó, más allá de ser el presidente del parlamento y ser reconocido como
encargado del ejecutivo por más de cincuenta países, es el líder de la
oposición al régimen, dicha responsabilidad conlleva a asumir la carga de
aciertos y errores. Es preocupante su poca claridad respecto a lo ocurrido en
Macuto y Chuao, no ser categórico en condenar tales hechos, así como no
destituir a los funcionarios que se prestaron a que se realizara las acciones; dejan
tras de sí un halo de ilegitimidad en su propia figura.
En
medio de este evento, que se suma a los hechos que ocurrieron en Guanare y
Petare, donde la responsabilidad directa es del gobierno de Maduro; la gente
queda acéfala de un liderazgo responsable que se ocupe de su problemas, que los
sienta propio y haya esa solidaridad necesaria para lograr la conexión líder-ciudadano.
Hoy
se hace urgente reformular los espacios de discusión dentro de la oposición,
ampliarlos en su máxima expresión, ya que en un lustro las figuras que son críticas
al gobierno han ido en aumento: Nicmer Evans, Miguel Rodríguez Torres, Ana
Elisa Osorio, Juan Barreto o Maripily Hernández; son personajes visibles, que
luego de respaldar a Hugo Chávez y haberle dado su voto a Maduro en el 2013,
ahora rechazan su gestión. Es necesario que el sectarismo, el extremismo y,
sobre todo, la corrupción sean execradas del ejercicio de quienes apostamos a
un cambio en el corto plazo.
¿Cómo logramos reconstruir
a la oposición para que sea una opción fuerte ante el madurismo? Lo primero es dejar de
lado la dirección personalista y construir una colectiva de por lo menos cinco
personas que pudieran constituirse de la siguiente forma: una figura que sea el
vocero principal, un representante de la Asamblea Nacional, un representante
por los gobernadores y alcaldes, una figura del chavismo disidente y un
representante de las organizaciones sociales. Dichas figuras deberían tener
poder decisión para las cosas más inmediatas y urgentes, tomadas por la vía del
consenso, así como rango de acción y representación ante organismos
multilaterales, gobiernos extranjeros y frente al sector oficial.
También
es necesario que exista un espacio amplio de consulta y debate, en la cual se
deben tomar decisiones transcendentales y de largo plazo, su funcionamiento
debería ser parlamentario, con su directiva y distintas comisiones sobre asuntos
fundamentales. Las decisiones en este espacio deberían ser por mayoría
absoluta, para evitar imposiciones de unos pocos y así buscar una máxima
discusión de los temas a tratar.
En
paralelo a todo esto, se hace de suma importancia rescatar la Asamblea Nacional,
que retome el camino institucional cercenado por el gobierno. La división que
se originó a partir del 5 de enero, en nada contribuye al rescate de la
legalidad en el país, fortaleciendo a la Constituyente que no goza de la
plenitud legal para ejercer funciones parlamentarias. De ser necesario se puede
repetir la elección de la directiva, esa sesión debe ser convocada por Juan
Guaidó, según lo establecido en el reglamento interno y cumpliendo el quorum
requerido, se proceda a su ratificación o elección de una nueva directiva, la
cual el gobierno debe respetar y acatar.
Tampoco
se pueden olvidar las banderas que han tenido las fuerzas democráticas en los últimos
años: canal humanitario, liberación de los presos políticos, cese de las persecuciones,
retorno de los exiliados y elecciones libres; en este último punto se hace
menester mantener el comité de postulaciones y lograr el consenso con el PSUV
para la conformación de un nuevo CNE que garantice la transparencia en los próximos
procesos electorales.
Son
demasiados los problemas y los retos, como para dejar que la oposición se
autodestruya por unos pocos. Llegó el momento de la autoevaluación y buscar los
caminos comunes que contribuyan a los retos que se nos vienen.
¡La historia es
implacable y hay que tener grandeza para el momento!
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