domingo, 3 de mayo de 2020

José Gregorio factor unificador



El pasado 27 de abril, el cardenal Baltazar Porras, arzobispo de Mérida y administrador apostólico de la Arquidiócesis de Caracas; anunciaba que la Comisión Teológica del Vaticano aprobó el milagro de José Gregorio Hernández realizado sobre la niña Yaxury Solórzano, quien había recibido un tiro en la cabeza durante un asalto. Ya solo faltaría la aprobación del papa Francisco para que el médico de los pobres se elevado a los altares.

Más de setenta años ha tomado a la feligresía venezolana llegar a esta etapa final de un proceso que se veía lejano. Durante este tiempo la iglesia ha beatificado a las madres María de San José y Candelaria de San José, lo que ponía dudas en muchos sobre la posibilidad de ver a José Gregorio Hernández cerca de la santidad; hoy los muros han sido derribados y un santo popular será reconocido por la jerarquía romana.

La noticia llega en un momento de mucha tribulación para nuestro país: la ya crisis compleja que padecemos, se nos suma la pandemia mundial por el COVID-19. Ahora nos toca pedir por el milagro de salir de esta situación de la mejor manera posible, que no lleguemos a vivir situaciones como las que han ocurrido en otras partes.

Aunque nuestro momento luce complejo, no es menos cierto que la época que vivió José Gregorio Hernández fue muy dura: Venezuela transitaba la segunda mitad del siglo XIX devastada por los múltiples conflictos, con un territorio diezmado y quedando retrasado de los avances que se producían; en ese mundo creció y se formó José Gregorio buscando con un objetivo claro servir a la población más vulnerable.

De aprendiz a maestro, un transitar en el cual no perdió la sencillez. Se preparó en Europa para poder traer avances a nuestro país: introdujo el microscopio y fundó las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología de la UCV. El mundo académico lo compagino con el religioso; devoto católico era asiduo a la misa, incluso intentó entrar en la vida religiosa.

Su servicio hacia los demás es innegable: luego de graduarse de médico estuvo en su tierra natal, donde recorrió los poblados atendiendo a la gente; dicha la labor la abandona para realizar sus estudios en Europa. En Caracas dedicó gran parte de su tiempo a atender a los más pobres, ayudándolos incluso con el tratamiento para sus dolencias.

La muerte de José Gregorio Hernández originó hondo pesar en la sociedad caraqueña, su velorio fue multitudinario y la gente sintió que había perdido a un santo en vida. Son muchos los que afirman haber recibido un milagro del Siervo de Dios, siendo un trabajo incansable de quienes han empujado por su santidad, conseguir uno en el cual no haya ningún cuestionamiento científico.

Hoy los venezolanos nos regocijamos ante la noticia de su pronta y esperada beatificación (paso previo para ser considerado santo), pero también elevamos la oración por el otro milagro: salir de esta crisis sin nada que lamentar; una petición que es hecha por personas de cualquier tendencia ideológica. José Gregorio, de alguna manera es ese factor unificador que tanto hemos buscado en medio de la adversidad.

Ya la iglesia ha sido categórica en rechazar la imagen de José Gregorio Hernández con fines proselitistas, ante los mensajes y acciones que han emitido desde el sector oficial, buscando congraciarse con una devoción que pertenece a todos los venezolanos. Si desde el gobierno desean ser parte de esta fiesta, deben dar las señales de querer hacer las cosas diferentes y seguir el ejemplo cristiano de José Gregorio.

El hombre de bigotes, con traje negro y sombrero, acompañado de su maletín con insumos médicos, es parte de todos. Cuando vamos a su tumba a pedir un milagro, no vemos si el de lado tiene alguna preferencia política, lo que vemos es  un devoto más como nosotros. Incluso Jesús obró un milagro a un centurión romano; así como hay muchos ejemplos, nosotros debemos realizar el milagro de reunificar nuestra patria dividida por el egoísmo de unos pocos.

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