El P. Arturo Sosa,
actual Superior General de los Jesuitas, no se va a caer del caballo como San
Pablo, porque no ha cambiado de religión o ha perseguido a nadie, ni tampoco se
retractará de sus posturas ideológicas al estilo de San Agustín, porque no fue un
maniqueo político, como los que abundan en las páginas de opinión nacional.
Como humano y jesuita
reza diariamente el “yo confieso” para arrepentirse de sus errores cotidianos y
ha sido suficientemente evaluado dentro de la Compañía y de la Iglesia por sus
superiores y pastores para acceder al cargo de Superior General. Nunca fue
convocado a Roma por deslices doctrinarios, ni siquiera por imprudencias
ideológico-políticas en la época de la intervención contemporánea de la
Compañía de Jesús por Juan Pablo II, secundado por el Cardenal Ratzinger.
El nuevo Papa Negro
debe mucho más, intelectualmente hablando, a la influencia del P. Luis Ugalde
s.j. y a sus correligionarios del Centro Gumilla, que al catecismo
castro-comunista de la satrapía cubana. Ambos jesuitas, que en el futuro iban a
ser Rectores y vicecancilleres de Universidades Católicas venezolanas,
participaron activamente en el sector social dentro del marco de las
directrices institucionales, en el entonces llamado “diálogo marxista” durante el
periodo de pacificación de la guerrilla y cualquier alfabeta bienintencionado
puede recurrir a los escritos de ambos en la página web del Centro Gumilla,
para ser sus itinerarios intelectuales con sus aciertos y errores.
Ambos se mantuvieron
fieles a las líneas que se trazaron en la Congregación General XXXII, celebrada
el año 1975, y a las posteriores directrices del Superior General, Pedro
Arrupe, respecto a las relaciones con el marxismo y el comunismo, y sus
escritos son fiel reflejo de ello, aunque algunos detractores lograron que el
primero fuera preso en el Caracazo y el segundo haya dejado de ser profeta en
su tierra.
Ya en la Iglesia
Católica universal, fuera de nuestro terruño, las autoridades vaticanas están
acostumbradas a leer en las páginas de Wall Street y sus simpatizantes, la
advertencia sobre la contaminación marxista de cuanto escrito de doctrina
social trata de sobre justicia social u opción preferencial por los pobres.
Pero después de unos dos mil años de historia la Santa Sede se resiste a
expurgar el canto del Magnificat (Lc. 1:46-55).
Y dentro de nuestro
patio, el lenguaje político no se destaca tanto por su precisión, sino por el
manejo de clichés para descalificar personas y desautorizar sus palabras (el
Papa blanco es peronista, el Papa negro chavista…). Con esa ligereza retórica no
es de extrañar el barranco político en el que estamos sumidos.
Sobre la acusación de
castro-comunismo con el que pretenden estigmatizar algunos al P. Arturo Sosa,
éste en un escrito de 1978 titulado “La mediación marxista de la fe cristiana”
concluye su artículo:
“Una
mediatización marxista de la fe cristiana sería la peor instrumentalización que
puede hacerse de una religión –relación con Dios– que al poner en su centro al
Jesús crucificado rompe con cualquier construcción humana de Dios y lo afirma
como quien es siempre inédito en sus posibilidades”.
Es decir, afirma
contundentemente que no está de acuerdo con aquellas versiones de la teología
de la liberación, instrumentalizadas por el marxismo, con una referencia
implícita a ciertos exponentes que se adscribieron a la corriente de
“cristianos por el Socialismo”. Por lo demás está clara su posición respecto al
reconocimiento de la trascendencia del Reino de Dios frente a cualquier
construcción política humana, que intente absolutizarse. Y esto vale tanto para
el castro-comunismo del momento en que se escribieron estas líneas como el
chavismo del “comandante eterno”, que conoció después en su auge y en su caída.
Sobre su relación con
Chávez a raíz del traslado del Cuartel San Carlos a la penitenciaría de Yare,
sobran testimonios y escritos, que están a disposición de quien lo desee.
Resulta triste confundir una mediación pedida a la Iglesia con un ardid
político o una confabulación ideológica.
Fuente: Centro Gumilla
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